martes, 1 de diciembre de 2009

Darío Jaramillo

Darío Jaramillo Agudelo: nació en Santa Rosas de Osos (Antioquia) el 28 de julio de 1947. Terminó el bachillerato en Medellín y posteriormente se graduó como abogado y economista en la Universidad Javeriana en Bogotá. Pertenece a la generación desencantada. Empezó escribiendo una poesía irónica e intelectual. Esta estaba dada por un tono humorístico, ensayó una poesía intima de corte amoroso. La poesía es un tema fundamental en todas sus obras, los otros temas que perviven son el amor y erotismo, la amistad, la música, el azar, el humor, los convencionalismos, la moral burguesa, el poder y el dinero.

Vale mencionar "Historia de una pasión", relato autobiográfico pues en este texto Jaralillo hace mención al pueblo donde nació y se considera una de las mejores prosas colombianas del siglo XX.
“Ignoro quien dijo que la vida de un poeta son sus poemas, o si es una frase de todos, un lugar común. Aún así, creo que en
mí casi es cierta. En varios poemas he tratado de volver palabras las pulsaciones de la luz, de la música, de la sangre, en
aquellos siete años luminosos de mi infancia en Santa Rosa”.

En la actualidad, Jaramillo se desempeña como subgerente cultural del Banco de la República, dirige el Boletín Cultural y Bibliográfico y es miembro de los consejos de redacción de la revista Golpe de Dados, de la editorial Cave Canem y de la fundación Simón y Lola Guberek.

Poemarios:
Publicó Historias de una Pasión. (1974)
Tratado de retórica (Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus 1977)
Poemas de amor (1986)
Cantar por Cantar (1992)
Antología poética (Caracas, Monte Avila, 1992)
Cuánto silencio debajo de esta luna (México, UNAM, 1992)

Novelas y otros textos:
La muerte de Alec (finalista Premio Plaza & Janés, 1983)
Cartas cruzadas (1994)
Guía para viajeros (1991)
Aventuras y desventuras de Pánfila con los números
La nueva historia de Colombia (1976)
Sentimentario. Antología de la poesía amorosa y erótica de Colombia (1985)
Antología de lecturas amenas (1988)
Poemáquinas (1992)

William Ospina

William Ospina Buitrago (nacido en Padua, Tolima, en 1954) estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Santiago de Cali; carreras que no terminó. Fue redactor del suplemento Erafalario del diario el pueblo en Cali. En su obra "Los extraños prófugos de occidente" recorre las lecciones de vida y muerte de Rimbaud, Whitman, Emily Dickison y Lord Byron, escritores que han sido influencia en sus obras.

Su obra aborda la problemática del país con un gran compromiso político y social, con gran ritmo y amplio léxico, también abundan los monólogos dramáticos y temas históricos en sus obras.

Poemarios:
Hilo de arena (1986)
El país del viento (1992)
¿Con quién habla Virginia caminando hacia el agua? (1995)
Poesía 1974-2004 (2007)

Ensayos:
Aurelio Arturo (1991)
Es tarde para el hombre (1994)
Esos extraños prófugos de Occidente (1994)
Los dones y los méritos (1995)
Un álgebra embrujada (1996)
¿Dónde está la franja amarilla? (1996)
Las auroras de sangre (1999)
Los nuevos centros de la esfera (2001)
La decadencia de los dragones (2006)

Novelas:
Ursúa (2005)
El País de la Canela (2008)

Premios:
Premio Nacional de Ensayo (1982)
Premio Nacional de Poesía (1992)
Premio de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada de Casa de las Américas (2003)
Premio Rómulo Gallegos (2009)

POETAS EN CONTRAVÍA

Estos dos exponentes de la poesía colombiana contemporánea tienen entre si relaciones más íntimas que las que revelan sus poemas. Es así como ambos poetas nacieron en pequeños pueblos provinciales, y en su proyecto de vida contemplaron la posibilidad de estudiar abogacía, siendo sólo concretada por Jaramillo, Ospina por lo contrario declinó en este intento y es en este momento que sus destinos literarios comenzaran a bifurcase y direccionarse hacia metas opuestas. Pero antes de poder observar su lejanía poética es necesario poner sobre la mesa sus inicios literarios y sus posibles influencias en su estética.

Jaramillo y Ospina comparten una inmensa fuente de autores que han influenciado sus estéticas. Entre ellos podemos encontrar a autores como: León de Greiff, Alberto Aguirre, Walt Whitman, Alfonso Reyes, Jorge Luis Borges, Rogelio Echavarría, Aurelio Arturo, Fernando Arbeláez, Rimbaud. De esta fuente y tradición poética, ambos escritores se han nutrido en abundancia; de ahí que sus poéticas y estéticas tengan ciertos aspectos semejantes como lo son sus insinuaciones irónicas, su lenguaje simple y claro y una intención comunicadora totalmente transparente. Pero hasta ahí llegan las similitudes y del mismo modo que en sus vidas tomaron decisiones diferentes con respecto a sus estudios académicos, lo harán con la dirección y el sentido de sus poéticas.

Jaramillo se convertirá entonces en un poeta cuya dirección es el sentimiento, en especial con temáticas relacionadas con el amor, tanto fue su empeño en este estilo que la crítica lo ha denominado como el renovador de la poesía amorosa en Colombia, sus versos de corte intimista, deconstruyendo la metáfora para darle paso a una palabra sencilla, sin pretensiones, sólo con la emoción de conectar al lector con el poema. Por otro lado su vida intelectual ha girado en torno a las letras. Sus vínculos con los Nadaistas y la generación de Golpe de dados, lo han mantenido constante en las esferas intelectuales de Bogotá, siendo hoy en día el Subgerente de cultura del Banco de la República, Editor de la revista Golpe de Dados, Cave Canem y sub director de la fundación Simón y Lola Guberek. Su poesía es entonces una recopilación y un monumento a la sensibilidad y el espíritu emotivo de los versos poéticos; su ambiente se torno al mundo estrictamente literario y su vinculación y compromiso con la preservación y expansión de la cultura.

En el otro lado del espectro está Ospina. Su vida da un giro hacia la poética política, esto es debido a que sus principales pilares no son la emotividad y sensibilidad de la poesía, sino a la parte racional de la misma. Su estética esta llena de alusiones a hechos históricos y políticos, a sus vinculaciones personales con ideas, movimientos e intelectuales. En sus textos podemos encontrar personajes del ámbito letrado como Fran Kafka, Gabriela Mistral, Federico Nietzsche, entre otros, y al mismo tiempo textos dedicados a eventos históricos como la llegada a la luna, las guerras de independencia y la violencia en los llanos orientales. Su poesía esta libre de adornos, su interés es la comunicación directa con el lector y su vinculación con el tiempo en el que vive. Su vida fuera del texto no es nada diferente. Sus intereses políticos han salido a flote en las columnas que ha escrito, su vinculación a grupos y partidos políticos tampoco se quedan atrás, siendo él uno de los cofundadores del partido Polo Democrático.

EN LA MISMA DIRECCIÓN

Aun cuando estos dos poetas parecen estar distanciados, por sus posiciones, temáticas e intenciones, sus obras comparten tantos lazos que podría decirse que tiene un objetivo en común.

Ambos pertenecen a la generación desencantada Darío propiamente dicho lo es, aunque William no es del todo encasillado en este grupo, ambos aunque con su propio estilo y estética consiguen esbozar la trama de un nuevo romanticismo colombiano. Desde la óptica sentimental de Jaramillo se puede ver claramente como intenta recuperar, adaptar, simplificar y comunicar las emociones y los sentimientos. Por parte de Ospina tenemos la misma intención de recolectar y transforma antiguas estéticas poéticas, pero no para resaltar emocione o sentimientos, sino para crear esa noción de añoranza tan viva en los poetas románticos del siglo XIX, sobre todo de los ingleses y los alemanes. Esas constantes retrospectivas, esas remembranzas de sucesos históricos, esas odas a tan grandes personajes de la historia no son más, ni son menos, que reconstrucciones, reconfiguraciones de un estilo casi extinto y del mismo modo que Jaramillo revive la poesía del amor, Ospina revive la poesía del añoramiento.

Es en este momento que por fin podemos verlos en el mismo haz de luz, compartiendo no sólo formas similares, sino direcciones totalmente definidas. Claro está que Jaramillo lo realiza desde el corazón de un grupo de intelectuales como lo es el conformado por los poetas del grupo de Golpe de dados mientras que Ospina lo hace desde su propia periferia. Ambos manejando distintas temáticas pero compartiendo una voz muy similar. Tal vez en ese inicio de sus vidas profesionales, remotamente y en una extraña conjunción de los eventos posteriores a su educación académica, mientras se desarrollaban como intelectuales, encontraron la sincronización de su trabajo, venciendo las divisiones socioculturales, políticas y espaciales alcanzan a consolidar un frente unido, un horizonte de creación que los pone a ambos en la misma categoría, en la misma escuela, en la misma lucha.

HISTORIAS (1974)

Instrucciones para escribir un poema

Lo difícil de un poema está en escribir el primer verso
(y el segundo), pero luego de ese laborioso comienzo
después de la lucha con el aburrimiento,
usted podrá situar estratégicamente el nombre de una flor,

inventarse una muñeca de luz que alumbre el opaco
quinto verso (así hará un implícito homenaje a Agustín Lara)
o aun robarle a un amigo la imagen de la sombra de un
árbol que lentamente destruyó una casa;
pueden intentarse un arrebato de ira

cuidándose de insinuar un trágico presentimiento.
Otro camino puede ser relatar la historia
de una guitarra desangrándose en música una noche
de lluvia;

este es el ámbito ideal para un cuerpo de mujer,
para un beso o para el olvido.
Hasta aquí, violante, tenemos ya un soneto
(razón por la cual es mejor no seguir adelante).

TRATADO DE RETÓRICA (1978)

Razones del ausente

Si alguien les pregunta por él,
díganle que quizá no vuelva nunca o que si regresa
acaso ya nadie reconozca su rostro;
díganle también que no dejó razones para nadie,
que tenía un mensaje secreto, algo importante que decirles
pero que lo ha olvidado.
Díganle que ahora está cayendo, de otro modo y en otra parte del mundo,
díganle que todavía no es feliz,
si esto hace feliz a alguno de ellos; díganle también que se fue con el corazón vacío y seco
y díganle que eso no importa ni siquiera para la lástima o el perdón
y que ni él mismo sufre por eso,
que ya no cree en nada ni en nadie y mucho menos en él mismo,
que tantas cosas que vio apagaron su mirada y ahora, ciego, necesita del tacto,
díganle que alguna vez tuvo un leve rescoldo de fe en Dios, en un día de sol,
díganle que hubo palabras que le hicieron creer en el amor
y luego supo que el amor dura
lo que dura una palabra.
Díganle que como un globo de aire perforado a tiros,
su alma fue cayendo hasta el infierno que lo vive y que ni siquiera está desesperado
y díganle que a veces piensa que esa calma inexorable es su castigo;
díganle que ignora cuál es su pecado
y que la culpa que lo arrastra por el mundo la considera apenas otro dato del problema
y díganle que en ciertas noches de insomnio y aun en otras en que cree haberlo soñado,
teme que acaso la culpa sea la única parte de sí mismo que le queda
y díganle que en ciertas mañanas llenas de luz
y en medio de tardes de piadosa lujuria y también borracho de vino en noches de lluvia
siente cierta alegría pueril por su inocencia
y díganle que en esas ocasiones dichosas habla a solas.
Díganle que si alguna vez regresa, volverá con dos cerezas en sus ojos
y una planta de moras sembrada en su estómago y una serpiente enroscada en su cuello
y tampoco esperará nada de nadie y se ganará la vida honradamente,
de adivino, leyendo las cartas y celebrando extrañas ceremonias en las que no creerá
y díganle que se llevó consigo algunas supersticiones, tres fetiches,
ciertas complicidades mal entendidas
y el recuerdo de dos o tres rostros que siempre vuelven a él en la oscuridady nada.



De la necesidad de la poesía

Después de más de diez años de indagar las palabras
en una tonta construcción de mi imagen futura,
ocultando mis peores versos,
aquellos donde el crítico menos sagaz
puede descubrir fácilmente mi cursilería,
mi moral maniquea, mi incurable sentimentalismo
y los momentos en que odié con toda mi alma a mis
mejores amigos.
Después de tanto insomnio inútil, falsamente alucinado
Por una frase vacía que yo creía el verso perfecto
para exorcizar la soledad,
cogido en la trampa masoquista de nombrar
las angustias metafísicas que exageraba
deliberadamente,
y en lugar de ir donde las putas escribía un poema.
Después de acumular tanta mentira, ahora confieso
que nunca llamé las cosas por su nombre,
que nunca me atreví a hablar de mi incapacidad para
el amor,
ni del estúpido miedo que tengo de mí mismo,
ni de que no tengo la menor idea de dónde estoy
parado,
de que nunca he sido suficientemente leal con mis
amigos,
de que –a pesar de tanto lloriqueo—no tengo la
menor idea de lo que es un hermano,
de que la apatía se apoderó de mí desde hace tiempo,
de que ya creo que tengo callo en el alma
y de que estoy por creer que estas enfermedades que
la poesía no curo
tampoco son ningún inequívoco signo
de la pretendida lucidez de los poetas.




Los sueños del poeta


A veces sueño despierto cosas como éstas:
el volumen –anotado – de mis cartas, con un prólogo
muy erudito
ejecutado por uno de los especialistas en Darío
Jaramillo,
mi testamento, diciendo que mis papeles inéditos
deberán ser quemados
– es entonces cuando juego a adivinar quién será mi
Max Brod—
también sueño cómo serán las respuestas de los
reportajes que me harán:
serán brillantes y siempre de humor, aunque con
profundidad
aunque sin ofender a nadie, aunque sutiles, aunque
inteligentes
(aunque nunca se me ha ocurrido una respuesta así)
y sueño con los libros que yo escribiré
como esa maravillosa novela que renueva el lenguaje
y que nunca es aburrida y que captura una realidad
latinoamericana que permanecía oculta
entre charreteras y discursos, entre paisajes y
conventos,
esa novela que escribiré y que arrancará el aplauso
de García Márquez y de Cortázar; esa novela
que, sin cortar mis bellísimos poemas, dará lugar a
reportajes
con respuestas brillantes, humorísticas, profundas,
sutiles, inteligentes
y sueño con las hermosas mujeres con que me acostaré
desde aun antes de ser tan famoso
–aunque siempre el mismo tipo sencillo a quien la
fama no lo ha afectado—
y sueño con la hermosa pequeña casa semirrural que
tendré,
a pesar de que, obviamente, siempre voy a conservar
una valientísima actitud política
dispuesta a denunciar los atropellos del régimen;
y a veces sueño con los viajes que voy a hacer y con
los días
en que conoceré a otras celebridades como yo.
A veces sueño un montón de cosas de éstas,
pero todavía no se me ha ocurrido la primera línea
del primero de mis famosos libros.



El oficio

La poesía, es batalla de palabras cansadas; nombres
de cosas que el ruido escamotea;
llegan los fieles a reconocer el signo, heráldica donde
cada rito tiene su lugar;
allá la cornucopia, la ara, el gerifalte, aquí muy cerca
una noche y una estrella:
amplia red de sonidos que ocultan este corazón
aterido y amargo, un gajo de uvas verdes,
el silencio irrepetible de una calle de mi infancia.
La poesía: este consuelo de bobos sin amor ni
esperanza,
borrachos por el ruido del verbo, aturdidos por cosas
que significan otras cosas,
sonidos de sonidos.
Prefiero mirar tus cartas que leerlas; de súbito dibujas
un beso;
la poesía: esta langosta, esta alharaca, esta otra cosa
que no es ella,
la risa de Alejandra, el esplendor de tantos sueños
silenciosos,
una forma callada.

POEMAS DE AMOR (1986)

1
Ese otro que también me habita,
acaso propietario, invasor quizás o exiliado en este cuerpo ajeno o de ambos,
ese otro a quien temo e ignoro, felino o ángel,
ese otro que está solo siempre que estoy solo, ave o demonio
esa sombra de piedra que ha crecido en mi adentro y en mi afuera,
eco o palabra, esa voz que responde cuando me preguntan algo,
el dueño de mi embrollo, el pesimista y el melancólico y el
inmotivadamente alegre,
ese otro,
también te ama.


2
Podría perfectamente suprimirte de mi vida,
no contestar tus llamadas, no abrirte la puerta de la casa,
no pensarte, no desearte,
no buscarte en ningún lugar común y no volver a verte,
circular por calles por donde sé que no pasas,
eliminar de mi memoria cada instante que hemos compartido,
cada recuerdo de tu recuerdo,
olvidar tu cara hasta ser capaz de no reconocerte,
responder con evasivas cuando me pregunten por ti
y hacer como si no hubieras existido nunca.
Pero te amo.

3
Yo huelo a ti.
Me persigue tu olor, me persigue y me posee.
No es este olor un perfume sobrepuesto sobre ti,
no es el aroma que llevas como una prenda más:
es tu olor más esencial, tu halo único.
Y cuando, ausente, mi vacío te convoca,
una ráfaga de ese aliento me llega del lugar más tierno de la noche.
Yo huelo a ti
y tu olor me impregna después de estar juntos en el lecho,
y ese fino aroma me alimenta,
y ese aliento esencial me sustituye.
Yo huelo a ti.

8
Tu lengua, tu sabia lengua que inventa mi piel,
tu lengua de fuego que me incendia,
tu lengua que crea el instante de demencia, el delirio del cuerpo enamorado,
tu lengua, látigo sagrado, brasa dulce,
invocación de los incendios que me saca de mí, que me transforma,
tu lengua de carne sin pudores,
tu lengua de entrega que me demanda todo, tu muy mía lengua,
tu bella lengua que electriza mis labios, que vuelve tuyo mi cuerpo por ti purificado,
tu lengua que me explora y me descubre,
tu hermosa lengua que también sabe decir que me ama.

14
Sé que el amor
no existe
y sé también
que te amo.



De la nostalgia

Recuerdo solamente que he olvidado el acento de las más amadas voces,
y que perdí para siempre el olor de las frutas de la infancia,
el sabor exacto del durazno,
el aleteo del aire frío entre los pinos,
el entusiasmo al descubrir una nuez que ha caído del nogal.
Sortilegios de otro día, que ahora son apenas letanía incolora,
vana convocatoria que no me trae el asombro de ver un colibrí entre mi cuarto,
como muchas madrugadas de mi infancia.
¿Cómo recuperar ciertas caricias y los más esenciales abrazos?
¿Cómo revivir la más cierta penumbra, iluminada apenas con la luz de los Beatles,
y cómo hacer que llueva la misma lluvia que veía caer a los trece años?
¿Cómo tornar al éxtasis de sol, a la luz ebria de mis siete años,
al sabor maduro de la mora,
a todo aquel territorio desconocido por la muerte,
a esa palpitante luz de la pureza,
a todo esto que soy yo y que ya no es mío?

LOS POEMAS DE ESTEBAN (1995)

A la luna pálida

Solamente la luna faltaba en esta noche,
en este momento robado a una noche de hace tiempos
muertos que aparecen con la música,
esa aletargada distancia de mi centro
y esa especie de rencor profundo que vive en el lugar que ocupo.
Luna que se quiebra sobre la tiniebla de mi soledad,
solamente tú faltabas en este desolado delirio,
en este oscuro llanto en que me lloro entero.
Apenas tú faltabas, insípida señora blanca de la noche
alumbrando mis trizas y mi aturdimiento,
luna casi amarilla, sucia luna blanca,
pálido velo de luz sobre mi noche triste,
llegas tarde y a tiempo,
apareces detrás de los edificios como si vinieras de otra calle
y puntualmente tu penumbra insinúa
que este día es tan viscoso
como aquel día que fue todos los días hace años,
noche ajena,
luna de otras horas melancólicas,
germen del desprecio y la coraza,
luna maldita, lodosa luna,
luna perversa del insomnio.



Nocturno

Naufraga el sol, entre colores se hunde llevándose el contorno preciso de las cosas,
se corren las cortinas de este cuento.
El azul era azul y es ahora negro.
Detrás de la pared negra de la noche queda el día: a veces, la grieta que abre un rayo
deja ver la luz de tres de la tarde en la trastienda.
Pero ahora es la noche, dama negra, luna blanca, hora del sortilegio y del asalto,
del dulce sueño, del huevo o la gallina.
Se dice que la noche habita en el fondo de los mares. La noche es líquida.
La noche es humedad, aguacero que se desata entre relámpagos, nubes ciegas
que chocan en la oscuridad,
es pantano arrastrado por tinieblas,
la noche son los ríos depositando limo en los océanos,
la noche es humedad, sudor de cuerpos, saliva de lujuria, semen, savia reciclando oxígeno.

LIBROS DE POEMAS (2001)

Amores imposibles
Entre el amor imposible y la presencia de la muerte
transcurre el día.
¿Se detiene el corazón o explota?
El olor de la clínica me trae las preguntas:
¿Me licuaré por dentro? ¿Me aferraré a la vida
o dejaré sereno que el fin llegue?
El amor absoluto es el amor imposible,
este feliz amor en que te invoco obsesivo
y tú ni me recuerdas.
Este amor imposible es la manera como la muerte
se apodera de mí por la mañana.

HILO DE ARENA (1986)

Atenas

Hoy buscamos las ruinas de la cárcel de Sócrates
en las lindes del Ágora y pensamos en la posibilidad de recuperar
esas viejas imágenes
con extrañas máquinas para rastrear en los ayeres de la luz.

Entretanto, el sol plateaba el Egeo,
una mujer tendía la ropa mojada en una azotea
sin presentir el barco que a esa hora
a unos cuantos kilómetros de distancia
giraba lentamente por la bahía,
pequeño en lo profundo, como el barco
que un niño suelta sobre un estanque que ondula.

Pero desde la altura
la mujer y la nave eran la misma imagen
en nuestros ojos, regocijados en la tranquila contemplación,
y entre los dos vivía, atronadora la ciudad,
con leguas de casa blancas y tejas soleadas,
con bruscas callecitas que azulaban los buses sucesivos
y colinas de pinos que no diezma el otoño,
y ese arte de Dios, lleno de personas sin nombre,
sin ayer ni mañana en nuestras almas,
que cruzan y se pierden por las encrucijadas del día.

Después, en el Museo,
vimos el Poseidón de bronce que esgrime desde siempre su tridente invisible.
Es bello imaginar que ese titán perfecto
es el que emerge entre las olas de Virgilio
y envía hacia los montes la legión asustada de los vientos.

Ya es de noche en Atenas.
La lengua griega, insomne, bordea los surtidores rojizos
y estos campos antiguos soportan, sosegados,
todo ese mar de historia que ha vertido sobre ellos el
tiempo...

La inmóvil legión de los efebos desnudos,
las losas funerarias, las ánforas pintadas,
los jóvenes caballos eternos que relinchan y saltan
en las salas oscuras,
los templos de Bizancio, los patriarcas barbados
y tantos hombres ciegos en los pasillos y en las calles
que son Edipo y cuya historia, aunque lo ignoran,
ya fue escrita en el verso.

Sentimos el rumor de las hojas quemadas del otoño
y vemos, como Heráclito, las hojas del acanto que caen
desde los capiteles de mármol.

A la sombra de sus guerreros y sus sabios,
bellos varones que cantaron su victoria y su ruina,
enciende la ciudad sobre las colinas, miríadas de luces
y resplandece el mar bajo navíos de leyenda
que van hacia otras islas,
mientras sonríen desde el fondo del tiempo
los poderosos dioses y las blancas esfinges.




Cementerio central

Sordo a tantos mensajes de la muerte,
cruzo por esta calle de flore y de mármoles
donde austeros artífices pulen sobre las losas
lúgubres variaciones,
llorados nombres, fechas para el luto.

Aquí acaban preciosos episodios del tiempo
que afligidos cortejos escoltan hasta el límite,
aquí, en lechos de piedra,
cada huésped se entrega
al laborioso abrazo de lo informe.

Veo el dintel que abruma la magra segadora
de costillas desnudas
y tras la verja hileras de cruces victoriosas.
Ánforas, bustos, ángeles...
su lóbrega retórica cautiva a los dispersos
y en su horrible presencia nuestras horas se amparan
de bosques insondables.

Severa arquitectura
donde el polvo se asila
sobre estas breves casas y estos pinos inmóviles
es cegador el cielo
y la plegaria es ínfima.

Pasamos pensativos
y es tan denso el misterio del aire silencioso
que un silencio más denso se repite en los labios
y las palabras yacen oponiendo a lo eterno
su metal de epitafios.

Tal vez por eso, alzándose
sobre los truenos de la mente y del miedo
alguien dice en el alma:
No, esta calle de flores
y estos martillos laboriosos que obstinan
definitivas frases,
solo son adjetivos de la muerte.


América

Si pudiera alcanzar los rostros de los Dioses
que guiaron las borrosas migraciones del alba...
Por estepas de hielo, dejando un rastro pardo
de huesos en sepulcros de cristal, los mongoles
sufrían con sus lobos la blancura enemiga
donde tritura peces el oso gigantesco.
Si alguien cantó aquel éxodo, los glaciares caminos
gastaron la plegaria. O acaso al ver los bosques,
los pinares edénicos, las tribus olvidaron
los infiernos de Behring. Una luz venturosa
doraba las astadas cabezas de los renos,
el ojo del salmón que salta en los torrentes.
Muchos son los terrores que blasonan la carne,
veo venir por el sueño los navíos de Islansia.
Barcazas cuya forma de Dragón conjuraba
los bestiales y azules rostros de la borrasca,
Guerreros a la sombra de serpientes heráldicas
que curvan en las velas un viento de otro mundo.
Rudos Dioses, lo sé, bajo cascos de cuernos
animaban los sueños de los rubios gigantes
que sembraron de túmulos las playas del plameta
y en la quebrada orrilla del Labrador dejaron,
testigos de meral, sus monedas de plata.
Por el sur fragoroso llegaban otras barcas,
alargadas y humildes. Negra tripulaciones.
Nada perdian al lomo del espumoso océano:
el mismo sol, las mismas aguas, las vastas noches
de astros desamparados como un alto archipiélago
de luz, iban con ellos hacia el difunto oriente.
Así, dicen las fábulas, por los lechos del tiempo
siguen viajando, recios, sobre el mar sin caminos
los padres de las viejas naciones. Su progenie
dio luego al cielo virgen humaredas de signos,
plantó cónicas tiendas para el amor, dio nombres
largos a la llanura y a la espera. Con formas
corrientes, lo sagrado brilló, y así se alzaron
en postes de colores las deidades silvestres,
en los valles centrales las hermosas pirámedes.
En mi tierra adoraron las ranas y los pajaros.
Dieron sus nobles rostros al oro y su ceniza
a la arcilla ritual. En las frías montañas
su amor y su pavor fueron canto y perduran
sobre las desoladas ciudades de las cumbres.
Otras ciudades tiemblan bajo esa luz tan viva
y arden los huesos rojos en sus duros cimientos
como el oro de ofrendas que devora el lago.
Vuelvo el rostro al sureste qu elas nubes me ocultan,
a la severa selva que medita y aguarda.
Veo surgir de la niebla otras barcas. Alegres
colores en los flancos. Oh las grandes canoas
africanas. Soñando con leones, los hombres,
dejaron las canoas deshacerse en la playa
y entraron a un imperio de florestas lluviosas
y pesadas serpientes. Nunca volvió a las costas
de Malí la perpleja expedición y os digo
que hay un rey en el delta mirando al mar y a veces
cae de rodillas, besa la arena y, con voz baja
entona la plegaria que entre nubes de genios
el profeta recoje. Gira el cielo, apagándose.
Y oigo al fin los cañones. Acorazados cuerpos
vienen ya y una nube cubre las grandes tierras.
Cristo sangra en las proas, rebrillan las espadas
y he de callar al soplo de banderas y salmos
de hombres en cuyos rostros despiadados, morenos,
nuestos rasgos se acercan.
El espejo
Una región del muro está hechizada.
Sólo el ojo lo sabe.
Un cristal incansable paso a paso repite
las rectas sombras que la tarde desplaza.

Terriblemente dócil, no desdeña
la vertical sinuosa de una hormiga extraviada
y al fondo de sus cámaras
también crecen las plantas.

A veces miro ese país extraño
cuyos hombres no tienen más lenguaje que el gesto,
ese país sin música.

Sé que no puedo ser ese hombre que me mira,
sé que a él no lo alcanzan el temor ni la idea.

Cuando la noche apaga las letras y los ángulos,
en su país de eclipses él no te ama.



En las mesetas del vaupes
Qué son las canoas sino los árboles cansados de estar quietos.
Qué son los postes de colores sino los árboles hundiendo sus raíces en el cielo.
Qué son los puentes colgantes sino los árboles jugando con el vértigo.
Qué son las alegres fogatas sino los árboles contando su último secreto.

Follaje de las ondas que va quedando atrás con el golpe del remo,
Follaje de sonidos que en torno de los postes enardece al guerrero,
Follaje de invisibles caminos que comienza en el confín del puente,
Follaje de humaredas que ascienden en desorden entre las titilantes orquídeas.

Con granadillo hice el bastón para espantar a los malos espíritus.
Con la madera del caobo hice las cuentas de un collar para tu pecho oscuro.
Con fruto fresco del tekiba hice la copa en la que le ofreciste el agua.
Con la madera del laurel hice esta flecha.

EL PAÍS DEL VIENTO (1992)

Lucila Godoy

Ven y dale otra vez tu calor a mis labios
antes que sean cenizas,
y contempla conmigo la bóveda del cielo
antes de que se arruinen sus cadastros,
y miremos la luna blanca y perfecta
que un día yacerá en pedazos sobre la llanura,
y miremos el sol antes de que se desangre
en el atormentado crepúsculo del mundo.
Ven y acaricia mi cabeza
donde se habrán de destejer los abismos,
llena con tu hermosura mis pupilas
que verán disgregarse los Palacios,
toma en las tuyas tibias mis manos blancas
que un día no hallarán asidero en lo inmenso,
pon tu cabeza en mi pecho, oye cantar a mi corazón
que un día en su quietud matará a las estrellas.
Oye otra vez mi voz en el viento,
aún puedo nombrar los limones y el vino
qu eal final se unirán en su amargura,
ven y contemos todavía los hilos de la luz de
septiembre
antes de que los corte la tijera de octubre.
Hay un gran espectáculo en el cielo: una nube,
gózala junto a mí antes que arrecie el viento.
Acércate y desnúdame de estos pesados mantos
abtes que el tiempo me desnude a mi,
toca mi arcilla estremecida
antes que sea tristeza en el tiempo.
Mis senos tiemblan para ti, cruel amigo,
y no los cubres con tus manos ardientes.
Ven y cierra los ojos junto a mí, siente el bosque
lleno de mi perfume,
antes que este esplendor sea despojo.

Qué triste es ver que es inútil la luna,
ese ciego cristal resplandeciente,
que por el bosque huyen las voces recias de los
cazadores
y no hay quien tome a la agitada liebre,
qué triste las ciudades llenas de tristes rostros,
porque el único rostros fue al destierro.

En tu exilio de huesos, en tu exilio de sombras,
en tu pecho de hierba, en tu silencio,
compadece a esta pájara cautiva en la tremenda jaula
del mundo,
entre el mar y la estrella,
amigo mío diluido en la muerte, mientras yo miro como abeja enferma
la rosa inhabitable.



En una tienda Dakota

La enorme luna blanca está tan cerca del horizonte
que las hierbas se inclinan,
y el bisonte se duerme en un incendio frío bajo los
invertidos desiertos, y el grito del amor podria quebrar este cristal y
esparcir sobre el mundo
informes monumentos de jade blanco y grandes
rocas de color de las perlas.

La tibiala joven la firme doncella se interna en el
país de la sangre fértil,
yo soy el bendecido por la miel de sus brazos en la
penumbra,
y una sección rasgada en la piel de la tienda deja ver
la maciza blancura,
el fulgor que sostiene en el cielo la continuidad de
este sueño.

Abrázame que viene las grandes paredes de hielo,
bésame para que una sombra de labios me salve en la
sequía,
ámame para que mañana una antorcha disperse a los
lobos,
canta o reza en mi oído después del amor para que
en la luna no se sequen los ríos.



El mongol
Nunca supimos cuándo la desesperante blancura se había convertido en otro imperio.
El idioma del lobo era el mismo, y no le repugnó nuestra carne;
Pero todo hombre sabe que a través de cada nuevo pinar es Otro el que envía sus rayos.
Que son las angustias de la tierra las que determinan los nombres del cielo.
¿Descubridor de un mundo? Un fugitivo perseguido por las uñas del viento,
amoratado por el odio del sol, escribiendo blancas palabras en el aire translúcido,
luchando sólo por evitar que la blanda tierra bajo mis pies se enardeciera en tumba.
Muerte es el nombre azul del amanecer, allá donde los días flotan con muros de cuarzo,
muerte es el nombre de los dientes amarillos del lobo,
muerte es el nombre de la luna salpicada de escarcha y de sangre
cuando el guerrero cae a medianoche sobre la sorda estepa.

Hasta el amor cerca del fuego tenía un olor de frescas entrañas de morsa,
y el niño recién nacido bajo el cielo de pieles tenía olor de pez,
y en la tarde teñida de salmones veíamos aparecer los miles de ojos de coyotes del cielo.

Oh noche en que los demonios aún no tienen nombre,
oh estanques de labios de hielo donde se refleja un gris sin pájaros,
oh la punta dentada del arpón codiciando la carne de los rojos planetas.

Allí donde el día está amurallado de hielo,
allí donde el ansia de amor no es más que frío en los labios,
allí donde las nubes de pelaje de oso se sumergen en la tiniebla,
estuvo un día mi corazón anudando los vientos,
estuvo mi carne sosteniendo las enormes montañas.

Los viejos están llorando junto a los grandes lagos azules,
los niños pintan de rojo tibio los vegetales cuernos del alce
y la luna es un pez inmóvil que acaba de morir en el cielo,
y los delgados aullidos remotos llegan a través de la crepitación de la hoguera,
y ese largo camino blanco que nunca más desandaremos
tiene el color de los colmillos que no se han manchado en tres días.

¿CON QUIÉN HABLA VIRGINIA CAMINANDO HACIA EL AGUA? (1995)

Franz Kafka

Padre, le digo, dame tres granos de cebada para despertar al
durmiente.
Pero mi padre no responde:
es un enorme jinete de bronce, alto sobre colinas y sinagogas.
Madre, le digo, aparta tanta niebla,
muéstrame un rostro dulce, del que broten palabras ingenuas.
Pero ella se ha perdido por los callejones de piedra
y sólo encuentro en el espejo sus ojos inmensos.
Abuelo, digo entonces, ya no luches más con el ángel,
ven a contarme historias junto al niego, mientras se hiela el Elba.
Pero el viejo me mira con ojos ausentes, y comprendo
que no es éste mi abuelo sino un viejo gitano que quiere venderme
un recuerdo.
Hermana, bella hermana, le digo,
toma mi mano que está oscuro en esta casa inmensa.
Pero a mi lado pasa una condesa polaca monumental y arrogante
y se escucha un violín, y se cierra una puerta.
Hermano, digo, qué bello cabalgas sobre el potro de madera y
de laca,
¿hacia dónde nos llevan estas tardes inciertas?
Pero él es sólo una imagen, una gris fotografía en mis nimios,
y a lo lejos, atroces, los cañones resuenan.
Goethe, le digo, cántame una canción romana,
haz que yo sienta en mi corazón esta antigua tristeza.
Pero la tumba calla y sobre ella vuelan grises palomas
y no puedo abrir este libro porque sus páginas son de ceniza.
Milena, digo luego, tal vez tú puedas finalmente salvarme,
dime que soy de carne y de sangre, que esto que me atenaza es un deseo
Pero ella se afantasma entre miles de seres escuálidos
y apenas si percibo dos llamas que se apagan muy lejos.

¿Entonces es delirio todo esto? ¿A quién puedo llamar que mesalve?
Su reino es de este mundo. Todos están aceptados y absueltos.
Son demasiado humanos, son demasiado justos,
y yo no logro hablarles con mi estruendo de élitros.
y no aprendí a cruzar las puertas,
y no sé defenderme.
Si ves dos grises ojos de gato en la gótica noche de Praga
comprenderás que temo morir si me duermo.
Si oyes una canción en la gótica noche de Praga
comprenderás que intento saber dónde me encuentro.
Si oyes un corazón en la gótica noche de Praga
comprenderás quién sostiene todo este sueño.



Nietzsche

Está muriendo un Dios en el centro de un ópalo del color del
crepúsculo.
Está muriendo una hoja de hierba en el pecho de Cristo.
Está muriendo una rosa en el aire estancado de la catedral de
Maguncia,
traspasada en el aire por una quemante aguja del sol.
Está muriendo una llanura donde retozan embriagados leopardos.

Está muriendo un ángel sobre un glaciar blanquísimo.
Está muriendo un barco lleno de ancianos en una colina del
cielo, en un aire cargado de delfines livianos y azules.

Está muriendo una cúpula bajo el asedio de las mariposas.
Está muriendo un lupanar lujoso y sonoro de besos enfermos.
Está muriendo mi corazón bajo los crueles halcones del olvido
de Lou.

Me estoy borrando en sus pupilas bellas y esperanzadas
como lienzos.

Está muriendo un pájaro en un bosque de nubes.
Está muriendo una lucha glacial bajo mis sábanas de seda.
Algo muy bello está borrándose por las bahías de mi infancia.
Algo muy triste calla en sus violines.